Este artículo fue escrito a raíz de una colaboración realizada en el programa POPAP de Cataluña Radio el 31 de marzo y a partir del guión elaborado junto a Elisabet Pedrosa para dicho programa en relación al momento que estábamos viviendo del confinamiento.

Habitualmente lxs adultxs les decimos a las criaturas que no tienen que tener miedo, que no pasa nada, que tienen que ser valientes …

Incluso hay una canción infantil muy popular en Cataluña del Club Súper 3 que se titula “No tinc por” (“No tengo miedo”) que tiene mucha fuerza socialmente y suena en muchos ámbitos donde frecuentan las criaturas.

Pero en los momentos en los que estamos viviendo donde la alerta social es tan grande y donde la enfermedad, las precauciones por no contagiarnos y la cercanía de personas que están viviendo pérdidas de seres queridos, hemos de reconocer que el miedo es una emoción que nos acompaña en algún lugar interno a todxs y cada unx de nosotrxs actualmente.

 

¿Qué hacemos con el miedo?

¿Lo negamos? ¿dejamos que nos desborde y nos paralice?, o ¿lo miramos y le damos un espacio en nuestro interior para traspasarlo y conectar con la confianza?

Si dejamos que el miedo invada todo nuestro mundo interno y emocional y nos sobreidentificamos con él, es decir, si nuestra percepción solo está enfocada en el miedo que sentimos, seguramente esto nos paralice y nos bloquee la capacidad de actuar y protegernos por ejemplo frente a una situación de peligro. En la situación que estamos viviendo ahora mismo, podría implicarnos caer en un desasosiego profundo, en una falsa percepción de que no hay salida a esta situación.

Si por otra parte lo negamos y lo excluimos de nuestro sistema, no podremos afrontarlo, traspasarlo y elaborarlo para integrarlo en nuestra vida. Negarlo implicaría por ejemplo, creer que lo que estamos viviendo no es para tanto y por lo tanto no tomar medidas para cuidarnos, exponiéndonos al peligro pudiendo desarrollar conductas de riesgo o temerarias.

El miedo en una “buena dosis” nos da información sobre lo que está pasando tanto en el “afuera” como en “adentro”, y en esta situación que vivimos nos alerta de una situación de peligro y nos pone en marcha para activar mecanismos de superviviencia necesarios, por ejemplo la adaptación a la nueva realidad de no salir a la calle en tiempos de confinamiento.

También si conecto con esta emoción y le doy un lugar interno, la puedo mirar y acoger en mí, no viviéndola como algo “negativo” sino como una reacción de mi organismo que me da una información valiosa de mi situación o de mi entorno, abro la posibilidad de enriquecerme con esta experiencia, elaborándola, por lo tanto gestionándola mejor.

Dar un espacio al miedo en mi mundo interno es lo que me permite contactar con mi vulnerabilidad, con la fragilidad. El miedo nos hace humanos, nos contacta con nuestros propios límites y nos pone en contacto la impermanencia del ser.

Traspasarlo y contactar con la confianza desde un lugar profundo y no desde la negación como “trampolín” que me hace pasar a esta sensación sin transitarlo es realmente lo que nos hará salir fortalecidos.

Al inicio del confinamiento muchas personas necesitaron volcarse a esta confianza apoyada en la negación como mecanismo de supervivencia y de defensa frente a la angustia como forma de afrontar la situación, viviendo la experiencia este «parar» desde la hiperactividad, desde continuar con las actividades lo máximo posible incluso sumando más, intentando así evitar cualquier toma de contacto con la gravedad de la situación y con las emociones que venían de la mano de ésta.

En síntesis, el miedo en su justa medida nos hace tomar caminos de protección y de cuidado por una parte, y nos permite fortalecernos aprendiendo de nosotrxs mismxs y de la experiencia que estamos viviendo, es decir nos hace crecer. Y de esta vivencia podremos pasar a la aceptación y la confianza.

 

La valentía es permitirnos sentir el miedo

Y con él, poder ir hacia la acción interna o externa que nos permita volver a sentirnos segurxs y confiadxs en la vida.

Desde la negación no contacto con la realidad y desde ahí no tengo tantos recursos para adaptarme a ésta. Pero por otra parte, desde la sobreidentificación o invasión de un miedo excesivo puedo caer en un estado de parálisis o de alerta extrema que tampoco me permita estar en consonancia o coherencia con lo que estoy viviendo realmente y actuar de una forma prudente y responsable.

 

Y ¿qué sucede con el miedo en las criaturas?

El miedo puede adoptar formas diversas en estos momentos en lxs niñxs.

En estos momentos que transitamos lxs niñxs saben que algo importante está pasando y esto es una realidad, no podemos decirles que no está pasando nada y negar lo que estamos viviendo (que esta fue la tendencia de muchas personas al inicio de este tiempo de confinamiento). Tenemos que situarles en la realidad que estamos viviendo atendiendo a la edad de cada unx, a su capacidad de comprensión, a su madurez y a las circunstancias que está atravesando la criatura y la familia.

Puedo explicarles que estamos viviendo una situación delicada, donde tenemos que estar muy atentos a nuestro cuidado, que tenemos que cuidar también a las personas que son más frágiles en esta enfermedad, que son las personas adultas mayores. Tenemos que darles un panorama de la situación que estamos viviendo, siempre traduciendo nuestro lenguaje a su momento y a su capacidad de comprensión.

Es vital que las criaturas sientan que lxs adultxs que les acompañamos, que les sostenemos emocionalmente podemos nombrar lo que está sucediendo y no lo evitamos o no lo sobredimensionamos. Esto es lo que abre para ellxs la posibilidad de preguntar, de nombrar, de representar a través de todas las formas que ellos encuentran esta realidad que están viviendo.

Cuando estos miedos las criaturas no los pueden elaborar corremos un riesgo importante, que es que estos miedos se transformen en angustia. Y habitualmente esta funcionará de forma mucho más inconsciente, siendo más invisible, difícil de detectar y saldrá a la luz en forma de síntomas (que es la forma de expresar el malestar que no puede hacerse consciente).

Es decir, los miedos intensos que no son posibles de “digerir” por el sistema, que no son nombrables, representables simbólicamente, se convertirán en algo mucho más profundo, irracional y de una intensidad que puede ser muy desproporcionada a lo que está sucediendo realmente, que es la angustia.

Un ejemplo muy claro de esto es la angustia que sienten las criaturas de que sus padres o madres mueran. Por lo general es muy difícil para lxs niñxs ni siquiera enunciar esto, y de hecho, cuando lo pueden nombrar, expresar, compartir, eso generalmente pierde mucha de su intensidad y ya dejan de estar presentes las manifestaciones de la angustia, que muchas veces se traduce en pesadillas, enuresis, encopresis o diferentes sintomatologías en función de las edades de las criaturas.

 

Lxs niñxs y el miedo a la muerte

Esta situación que estamos viviendo pone a las criaturas frente a una de las angustias primarias más fuertes que puede sentir un/a niñx en su infancia, la angustia frente a la posibilidad de muerte de su madre o padre.

Esto desde el punto de vista psicológico lo tenemos que tener muy presente porque es algo crucial a abordar. Y si lo evitamos estaremos favoreciendo que esta angustia que tienen todas las criaturas no pueda ser contrastada con la realidad y que se vuelva aún mayor de lo que es el riesgo real en estos tiempos que vivimos.

Es importante nombrar que no siempre que nos enfermamos o que alguien enferma se muere.

Nombrar que no todas las enfermedades son igualmente graves. Podemos ofrecerles metáforas o imágenes que les permitan cuantificar por ejemplo cuándo una enfermedad es más o menos grave y cuándo una enfermedad puede causar la muerte de una persona.

Si no, corremos el riesgo que ellxs sobredimensionen el tema y luego piensen que su mamá puede morir porque simplemente se ha cogido un resfriado.

 

Hay miedos más cotidianos y tangibles que también tendremos que atender …

Las criaturas expresan otros miedos más vinculados a lo cotidiano también.

Por ejemplo, el miedo a quedarse sin amigxs, o que sus amigxs se olviden de ellxs por no verse durante un tiempo.

También este cambio de rutinas tan drástico que han tenido las criaturas les puede haber generado mucha inseguridad, porque la rutina funciona como una estructura que nos sostiene y nos permite anticipar y “controlar” en cierta forma la realidad. Cada día nos levantamos más o menos a una hora, desayunamos, vamos a la escuela… estas secuencias no sólo organizan nuestra acción, también nos organizan internamente. Nos permiten tener un guión de lo que sucederá con nosotrxs en un tiempo determinado o a lo largo de un día.

Actualmente estamos asistiendo a un momento histórico donde no podemos controlar casi nada de lo que está pasando y mucho menos anticipar qué pasará. Esto mueve en nosotrxs emociones muy intensas y esta intensidad es la que perciben lxs niñxs.

Ellxs sienten nuestra inseguridad, nuestra angustia, nuestra irritabilidad, nuestros miedos … los intuyen y los perciben incluso antes que nosotrxs porque están mucho más en contacto con lo intuitivo y lo emocional que lxs adultxs, por lo que su radar del mundo de los afectos está mucho más despierto que el nuestro.

Si los adultxs podemos contactar, mirar, reconocer nuestras emociones y estados de ánimos tendremos muchas más herramientas para acompañar a las criaturas con las suyas.

Cuando nosotrxs podemos nombrar nuestras emociones de alguna forma las estamos elaborando y esto ya nos coloca en un lugar donde contamos con más recursos para poder acompañar las de la criatura que tenemos enfrente nuestro.

Es interesante observar también que las diferentes emociones o estados emocionales por los cuales transitamos en este tiempo no son lineales, por lo general lxs adultxs en este tiempo estamos navegando un mar de emociones donde las emociones son como olas que vienen una tras otra y que no siempre son coherentes entre sí ni van en consonancia o en aparente coherencia siguiendo una lógica racional.

Puedo transitar por momentos de alegría por estar con mi familia en casa, pasando tanto tiempo juntos, como en otros sentir miedo por lo que pueda pasarnos en relación a esta pandemia o por mi situación económica o material. Puedo transitar momentos de frustración y enfado por no poder salir a la calle … y puedo estar triste por no poder acompañar y tener contacto físico con otros seres queridos e importantes de mi vida.

Todas las emociones transcurren en tiempos mucho más breves y con una intensidad muchísimo mayor a la habitual en esta situación tan extrema como la que estamos viviendo, donde todos o casi todos los parámetros que teníamos hasta ahora de nuestra cotidianidad han cambiado.

 

Y qué ayuda a las criaturas a atravesar sus miedos …

El sentir que lxs adultxs podemos sostenerles en su emoción, que la pueden vivir, expresar y que estaremos ahí para escucharles y acompañarles a traspasarlas. Abrir las puertas a que la emoción sea expresada con la confianza de que les podremos acompañar en lo que surja de esto.

Esto no es lo mismo que transmitirles una mentira a través de un mensaje de “no pasa nada”, sino de transmitirle que nosotrxs estamos ahí para cuidarle y que haremos todo lo posible y todo lo que esté a nuestro alcance para intentar que no nos pase nada grave tanto a el/ella como a nosotrxs.

Otra función muy importante del acompañamiento de lxs miedos en las criaturas es la de favorecer canales de expresión que no solo sean la palabra, aunque poner en palabras lo que intuimos que esa criatura está sintiendo o experimentando ya es un paso enorme y muy sanador para el o ella.

Lxs adultxs contamos principalmente con el lenguaje verbal para expresar lo que nos sucede y elaborarlo. Lo utilizamos en diversas formas, desde hablar y explicar muchas veces lo que nos pasa con nuestras personas próximas, hasta escribir y crear con la palabra (poesía, ensayos, novelas). También utilizamos diversos lenguajes expresivos para elaborar lo que sentimos, el arte, la creación plástica, el movimiento, la danza, la música … son todos lenguajes que nos posibilitan dar forma a nuestro mundo emocional e ir un paso más allá de meramente el sentir.

En lxs niñxs, y sobretodo en lxs más pequeñxs, el lenguaje verbal no es la principal vía de elaboración de su mundo interno, es el juego simbólico la principal vía por la que ellxs representan fuera lo que viven dentro.

Por ello lxs profesionales de la psicología estamos poniendo tanto énfasis en no saturar a las criaturas con actividades dirigidas, con tareas escolares, propuestas creativas directivas … sino favorecer que tengan espacios y tiempos “vacíos” para construir su propio juego.

 

¿Por qué el juego libre, no dirigido es la principal fuente de elaboración de los miedos y las angustias?

Porque es a través de poner fuera, en los personajes, las figuras, los animales… en las historias que representan esas fantasías que están dentro y que preocupan o angustian, que las criaturas van pudiendo organizar y ordenar esas vivencias internas. Y al organizarlas fuera y jugarlas en la repetición una y otra vez, esos miedos y angustias pueden tener formas más “controlables” … porque las podemos jugar, porque podemos decidir qué le pasa a tal o cual personaje de la historia… porque podemos definir tanto el recorrido como el final de la historia.

Seguiremos escribiendo sobre estos temas en estos días porque realmente pensamos que son temas claves en el acompañamiento de estas situaciones tan intensas que estamos viviendo, que como plantea aquí Dévora Kestel, directora de Salud Mental de la OMS, se equiparan el daño psicológico que acontece en catástrofes y guerras.

Y realmente como profesionales que trabajamos con la infancia pensamos que de esta mirada que atienda la prevención psicológica que podamos hacer todxs lxs actores que acompañamxs a las criaturas (familias, educadores, terapeutas, etc) dependerá que esto no sea vivido como una experiencia traumática y que todxs podamos salir fortalecidxs habiendo traspasado tanto individual como colectivamente un reto como el que estamos viviendo en la actualidad.