Una guía para valorar cuándo está recomendada una terapia psicológica infantil

Una de las preguntas que siempre surgen en las personas adultas del entorno familiar o escolar cuando estamos delante de niños o niñas que están en momentos difíciles, sea por la razón que sea, es… ¿necesita terapia? ¿no será solo cuestión de tiempo? ¿tiene sentido recomendar una terapia psicológica infantil? o ¿cuándo estaría recomendada una terapia psicológica infantil?

Algunas veces aparece el prejuicio de que la terapia psicológica en la infancia está indicada solamente para “casos graves”, asociándola al tratamiento de los trastornos psicológicos o psicopatológicos, trastornos del neurodesarrollo, trastornos graves del comportamiento, etc.

Lo cierto es que la terapia psicológica infantil está indicada para este tipo de trastornos, pero también tiene mucho sentido recomendarla para las expresiones de malestar o sufrimiento que perseveran en las criaturas y que tienen un impacto en ellos o ellas, en su entorno familiar o escolar.

¿Qué indicadores debemos considerar para saber si un o una niña necesita terapia?

MALESTAR
¿Le observo con malestar o sufrimiento que no es capaz de resolver con sus propios recursos internos y es un malestar intenso?
¿Le veo más triste, miedoso/a, enfadado/a o jugando menos de lo habitual…?
Algunas veces nos centramos en observar si surgen emociones como la tristeza o el miedo para situar en esa expresión el malestar infantil, pero lo que no todo el mundo sabe es que muchas veces detrás del enfado, de los desbordes de agresividad o de un cambio brusco e importante de la capacidad de jugar, también las criaturas nos están hablando de su malestar interno.

Es así como hemos de observar las expresiones emocionales intensas pero también hemos de observar si ha cambiado algo de su juego espontáneo, de su vitalidad, de sus relaciones con otros niños o niñas.

SÍNTOMAS
Los síntomas son las formas que adopta este malestar o sufrimiento psicológico en cada persona.
Pueden ser síntomas emocionales: dificultad para regular las emociones desbordándose con facilidad, poca o ninguna tolerancia a la frustración, dificultad para parar o detenerse frente a los impulsos. O también puede ser todo lo contrario, le notamos más inhibido, retraído, con poco interés en el afuera.
Pueden ser síntomas físicos: dolor de panza, de cabeza, erupciones en la piel, etc.
Síntomas relacionales: dificultades o cambios importantes en las relaciones con las otras personas, ya sean otros/as niños/as como con los y las adultas.
Podemos observar síntomas vinculados a los aprendizajes: bloqueo, desmotivación, falta de concentración, etc. o aspectos en los procesos de aprendizaje que nos hagan pensar en trastornos más específicos en esta área.

Y lo más habitual es que los síntomas estén en más de un área simultáneamente.

TIEMPO
¿Este malestar o estos síntomas se sostienen en el tiempo, por ejemplo más de 6 meses?
La duración en el tiempo de un malestar o sufrimiento es un elemento clave para discernir si la criatura está teniendo recursos para resolver por sí misma lo que le sucede…
Un malestar que se sostiene en el tiempo deja una huella a nivel de la autoestima y el autoconcepto de esa criatura, por ejemplo una criatura que en cierto momento muestra dificultades para regular sus emociones y sus impulsos y esto perdura en el tiempo puede que recoja de los mensajes del exterior que es un niño “terrible”, “agresivo”, “violento”, “incontrolable”… y si estos mensajes se sostienen en el tiempo seguramente los termine internalizando y haciéndolos propios. Es decir, llegará un momento que él o ella misma se dirá a sí misma que es agresiva, violenta o incontrolable… y se construirá su identidad desde estas cualidades.
Una criatura que su expresión va más hacia la inhibición puede construirse una imagen o autoconcepto de que es una persona “tímida” y construir su identidad desde este introyecto.
Entonces, el tiempo en el que ese malestar se despliega y se sostiene es clave para valorar si se necesita ayuda externa o no, para actuar de forma preventiva en la construcción de la identidad.

IMPACTO EN LA PROPIA PERSONA
¿Detecto que esto que le está sucediendo comienza a afectar su autoestima, su autoimagen, a definir su identidad?
¿El o ella se define por esto que le está sucediendo…?
¿Se identifica con ser tonto/a, malo/a, agresivo/a, despistado/a, tímido, torpe, etc ?

IMPACTO FAMILIAR
¿Esto que le sucede a nuestro hijo tiene un impacto importante en la dinámica o ambiente familiar?
¿Las relaciones entre nosotros están teñidas por ese malestar?
¿Afectan los vínculos con él o ella?
¿Como adulta siento dificultad para acompañarle en su malestar, a encontrar los recursos para que este sufrimiento pueda evolucionar?

IMPACTO ESCOLAR
¿El malestar está afectando a mi hija en el ámbito escolar?
En los aprendizajes, ¿le cuesta concentrarse, se bloquea, no está motivado por aprender?
En las relaciones, ¿le está siendo difícil crear vínculos de amistad seguros, sanos y duraderos?
¿Se siente parte del grupo?
¿Este malestar afecta a su disfrute de el día a día de la escuela?

Y algunas preguntas que normalmente surgen en las familias o en las escuelas cuando se valora acudir a una especialista de la salud mental infantil.

¿La terapia estigmatiza al niño o la niña?
Normalmente es el mundo adulto el que tiene el prejuicio en relación a necesitar una terapia psicológica. Dependerá de cómo presentemos la terapia tanto a la propia criatura como también a su entorno, que ésta será vivida como un cuidado y una ayuda o como algo vergonzoso a ocultar.

Una vez un niño de 10 años acudió a terapia porque tenía muchísimas pesadillas que le provocaban mucho miedo y angustia. Él pidió a sus padres que le llevaran a una “pesadillóloga” para solucionarlo. Él pensó que así como habían dermatólogas, cardiólogas, podólogas… tenía que haber alguien que pudiera curar esa angustia que él estaba sintiendo y que ya no tuviera más esas horribles pesadillas…

Aquí traemos un ejemplo de cómo la infancia no tiene esos prejuicios y pueden vivir estos espacios como espacios de cuidado y de salud.
Entonces así como valoramos que las personas cuidadoras de una criatura le lleven a un/a odontólogo/a si presenta dolor en un diente como un acto de cuidado, sería el mismo concepto con la atención al sufrimiento o malestar emocional.
Es un acto de cuidado que frente al sufrimiento infantil respondamos pidiendo acompañamiento y ayuda para que este malestar pueda ser comprendido y atendido.

¿La terapia pone a la criatura en el lugar del problema?
Este es un riesgo.
Habitualmente cuando una criatura muestra malestar y más en los primeros años de vida, hemos de ver cómo está su entorno, qué está pasando en la familia, en sus cuidadores o cuidadoras principales, en la relación con sus hermanos o hermanas, en la escuela, etc. Observar si esto que está mostrando puede estar relacionado con una forma de expresar algo más profundo.
Y el peligro es interpretar solamente la sintomatología que presenta ese o esa niña sin tener en cuenta o sin mirar desde una perspectiva sistémica cuál es su contexto, qué está sucediendo a su alrededor. Su contexto familiar, escolar, relacional, etc. porque puede que este malestar nos esté hablando de algo que hay que atender en otro lugar primero.

Una familia acudió con su hijo pequeño que tenía grandes explosiones de ira en el ámbito familiar. Cuando pusimos la mirada en qué estaba sucediendo en la relación con su hermana mayor, nos dimos cuenta que el trasfondo de esos desbordes de agresividad eran fruto de los celos que tenía su hermana grande de él, y que ésta le provocaba sin que los adultos se dieran cuenta.
El pequeño que no tenía los recursos aún para identificar las provocaciones sutiles de la hermana y pedir ayuda a sus pa/madres, la ruta que encontraba era la de explotar y pegarle a ésta, mostrando mucho enfado, que era lo que veían sus padres y les preocupaba.
A partir de identificar esta dinámica que se daba entre los hermanos valoramos que era más importante que fuera la hermana la que tuviera un espacio para ver qué estaba sintiendo, para mirar sus celos hacia el pequeño, poder identificar qué necesitaba de sus padres y poder pedirlo. Y, cuando ella comenzó a identificar todo esto que le sucedía internamente, pudo expresar lo que necesitaba y sus padres atenderlo, la dinámica familiar poco a poco se fue relajando y el niño ya no volvió a presentar estos desbordes o explosiones de ira.

FRENTE AL SUFRIMIENTO INFANTIL DEMOS RESPUESTA… !

Como personas adultas que acompañamos el crecimiento de los y las niñas, ya sea desde el ámbito familiar como desde un rol profesional tenemos la responsabilidad de mirar el malestar infantil y sobretodo dar respuesta a este.


Ofrecerles herramientas y recursos para que poco a poco este malestar remita y que esa criatura vuelva a contactar con la vitalidad y la alegría, que sea capaz de adaptarse sanamente a las diferentes situaciones y pueda circular por las emociones sin quedarse “atrapada” en ninguna en particular… que es sinónimo de salud y de bienestar emocional.

Si te interesa profundizar en temas de acompañamiento emocional te recordamos que anualmente realizamos una formación dirigida a profesionales de la infancia, puedes acceder a la propuesta aquí.

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