El lenguaje, una capacidad humana.

 

Para saber cuáles son las necesidades de desarrollo reales de los seres humanos, huyendo de modas o teorías pasajeras, es interesante observar y reconocer las conductas que nos han hecho evolucionar como especie. Esto podemos verlo observando especies cercanas a la nuestra, pero sobre todo al estudiar sociedades primitivas cuya cultura no haya encubierto o sustituido las conductas instintivas. En este sentido la observación de los indios Yecuana, llevada a cabo en los años 70 por Jean Liedloff, nos puede ser de utilidad. Ella desarrolla en su libro «El concepto del continuum»(editorial Ob Stare) la idea de cómo estas personas parecían estar en absoluta armonía con la naturaleza, con sus congéneres y con ellos mismos. En su observación sobre el lenguaje, relata cómo estos indígenas no hablaban con sus niños y niñas más que para darles órdenes básicas. Esto puede parecer para nosotros rudo, pero es en verdad el fruto de un sutil conocimiento de la naturaleza y necesidades humanas en cada etapa de la vida. Los niños yecuana hablaban con los de su misma edad y aprendían de los que eran un poco mayores y los más mayores de los adultos, al verlos hablar unos con otros. Los intercambios lingüísticos decrecían en la medida que aumentaba la diferencia de edad. Pensándolo bien, tiene bastante sentido: el universo compartido no es el mismo entre niños de la misma edad, que entre un niño y un adulto. Usar el lenguaje como único vehículo de comunicación entre personas de edades muy distintas puede llevar a todo tipo de malos entendidos. Puede que esto nos suene cuando pensamos en las temidas rabietas o la dificultad de entendimiento entre adultos y adolescentes. Nuestras culturas son muy distantes y no pretenderemos aquí que no hablemos con nuestros niños. Pero seguro que hay mucho que podamos aprender de esta tribu sobre la naturaleza del ser humano y el ambiente en que necesita desarrollarse.
Una de las capacidades más importantes que distinguen a nuestra especie es la capacidad para el lenguaje. Es una habilidad innata, lo que significa que no es necesario hacer nada específico para que dicha habilidad se desarrolle. Lo habitual es que un niño o niña aprenda a hablar naturalmente y que no haya dificultades en este proceso. Aunque esto no quiere decir que nunca surjan problemas. Puede ocurrir que por dificultades congénitas (que vienen con la criatura desde su nacimiento) o adquiridas (por un ambiente con una estimulación inadecuada por defecto o por exceso, por alguna enfermedad o accidente) haya una dificultad en el desarrollo del lenguaje.

Si uno desea saber si su niño va por buen camino, hay muchas páginas en internet que realmente pueden ayudarnos. Entre ellas esta página de reciente revisión, que contiene además vídeos demostrativos:https://www.cdc.gov/ncbddd/Spanish/actearly/milestones/milestones-2mo.html

Dicho esto, si pensamos que nuestro pequeño o pequeña puede tener una dificultad del lenguaje, es importante consultar al especialista, ya que los primeros seis años son un tiempo crítico en el desarrollo del lenguaje, el cerebro está en su mayor apogeo de plasticidad. En estos casos el refrán «más vale prevenir que curar» es una gran verdad.

¿Qué podemos hacer entonces para fomentar un ambiente adecuado?
Un niño o niña puede desarrollar su lenguaje casi en cualquier ambiente (a no ser que sea un ambiente negligente) dado que, como ya hemos mencionado, es una capacidad innata. Pero que se pueda desarrollar no quiere decir que lo haga de la forma óptima.
Desde las 20 semanas de gestación ya el feto puede escuchar los sonidos que produce su madre y cuya familiaridad le darán seguridad al inicio de su vida extrauterina. Durante la fase en brazos (desde el nacimiento hasta que el bebé es capaz de desplazarse por sí mismo) todos los estímulos que necesita serán satisfechos al ser portado por su cuidador y poder experimentar todo lo que rodea a éste. En este punto el bebé irá incorporando sólo aquello que pueda asimilar, por lo que el riesgo de ser hipo o hiperestimulado no existe, teniendo en cuenta que en los primeros meses debemos portearlo de cara al cuidador.
Cuando ya reclame suelo estará preparado para estar presente en todo lo que se cuece en la familia: las conversaciones cotidianas sobre cómo ha ido el día, sobre las tareas y preocupaciones del hogar, sobre los planes familiares, las conversaciones con los otros niños o niñas de la casa…es así como el bebé va a desarrollar todo su potencial lingüístico. Porque es ahí donde va a ver cómo y de qué hablan las personas entre sí. Es por ello muy importante que tengamos esos momentos de diálogo familiar si queremos que nuestros hijos e hijas desarrollen buenas habilidades comunicativas. No lo harán delante de una Tablet o del televisor. Tampoco necesitan un sobre estímulo hablándoles y exigiendo que nos hablen continuamente, sobre todo a edades en que su actividad es principalmente motriz y en las que el lenguaje no es su mayor vehículo comunicativo.
En resumen, fomentemos a nuestro alrededor un ambiente de comunicación, y estaremos sentando las bases para un buen aprendizaje del lenguaje en nuestros menores.

M. Paz Hidalgo Abad
Psicóloga, terapeuta de atención temprana y del lenguaje en el Área de Aprendizaje de Senda